"Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios." — Mateo 5:9 (RVR60)
"¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz, del que trae las buenas nuevas de gozo, del que anuncia la salvación, y dice a Sion: ¡Tu Dios reina!" — Isaías 52:7 (LBLA)
"La obra de la justicia será paz; y el efecto de la justicia, tranquilidad y confianza para siempre." — Isaías 32:17(RVR60)
"Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor." — Hebreos 12:14 (RVR60)
El anuncio del presidente de Francia, Emmanuel Macron, de reconocer el Estado palestino, al igual que las acciones de otras naciones, pone de manifiesto la complejidad de las relaciones internacionales y el profundo deseo de ver el fin de la guerra en Gaza, la liberación de los rehenes y la condena a la violencia. Este acontecimiento nos invita a reflexionar sobre los principios bíblicos de la paz y la justicia.
El clamor de Macron, "Nada justifica la guerra en curso," resuena con el corazón de Dios, que no es un Dios de confusión, sino de paz (1 Corintios 14:33). La Biblia, desde el Antiguo Testamento hasta las enseñanzas de Jesús, enfatiza la búsqueda de la paz. El profeta Isaías describe la belleza de aquellos que anuncian la paz (Isaías 52:7), y Jesús eleva a la más alta bendición a los que trabajan por ella: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5:9).
La paz bíblica, o Shalom, es mucho más que la simple ausencia de guerra. Es la plenitud, la integridad, el bienestar en todas las áreas. Esta Shalom es inseparable de la justicia. Como leemos en Isaías 32:17: "La obra de la justicia será paz." El reconocimiento de un Estado, la liberación de rehenes, el cese de la ofensiva militar—todos son pasos que las naciones consideran en la búsqueda de una estructura de justicia que pueda sostener una paz duradera.
Para nosotros, como seguidores de Cristo, este devocional nos recuerda nuestro papel:
Orar por los Pacificadores: La noticia menciona líderes que están tomando decisiones difíciles y arriesgadas. Debemos orar por ellos, pidiendo a Dios que les dé sabiduría, valor y que sus esfuerzos se dirijan hacia una paz basada en la justicia y la equidad para ambos pueblos.
Ser Pacificadores Personales: Antes de que la paz reine entre naciones, debe reinar en nuestros corazones y en nuestras relaciones cercanas. ¿Estamos sembrando paz o contienda en nuestro hogar, en nuestro trabajo, en nuestras redes sociales? El apóstol Pablo nos exhorta: "Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres" (Romanos 12:18).
Confiar en el Príncipe de Paz: Las noticias mundiales a menudo nos llenan de angustia y miedo. El verdadero fundamento de nuestra paz no se encuentra en acuerdos políticos, sino en Jesucristo. Él es el Príncipe de Paz(Isaías 9:6). Él nos dice: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (Juan 14:27). Nuestra esperanza final no está en los gobiernos de la tierra, sino en el Reino inconmovible de Dios.
Oremos para que los líderes mundiales sean guiados por la sabiduría de Dios, para que la liberación de los rehenes sea inminente, para que el conflicto en Gaza termine y para que se establezca una paz justa y sostenible que reconozca la dignidad de todos los pueblos.
Por la Sabiduría de los Líderes: Oremos por el presidente Macron y los líderes de todas las naciones involucradas, para que sean guiados a tomar decisiones que promuevan la justicia y la paz duradera.
Por las Víctimas y Rehenes: Oremos fervientemente por la liberación de todos los rehenes y por consuelo y sanación para las familias y víctimas de la guerra y la violencia en Israel y Gaza.
Por la Paz en la Región: Oremos para que el Espíritu Santo mueva los corazones a la reconciliación y a la búsqueda de la Shalom, la paz integral, en Tierra Santa.
Por Nuestra Propia Vida: Pidamos a Dios que nos capacite para ser pacificadores en nuestro entorno, reflejando Su carácter y sembrando justicia en cada una de nuestras acciones.
Amén.